miércoles, 27 de octubre de 2010

El Lìder Político en Dick Morris

I.- A MODO DE PRESENTACIÓN.-

Un tema de la filosofía de la praxis política de la contemporaneidad que nos llama la atención, a propósito de nuestro trabajo de investigación[1], es el del líder político y el ejercicio de su liderazgo en la toma de decisiones para la gobernabilidad, en lo que respecta a su legitimidad y estabilidad políticas. Ocuparnos de este tema discurre entre uso de las características del líder político, y las  condiciones para asumir y usar sus propias convicciones, cuando detenta el poder, para introducir cambios en políticas, equipos de trabajo y en su propio partido, hasta asumir posiciones de consenso o confrontación con los otros actores del sistema político, a propósito de garantizar la gobernabilidad, la estabilidad y en definitiva la paz social. 

En este trabajo, trataremos de esquematizar cuáles son esas características, tanto personales como técnicas, que debe desarrollar un líder político, para desarrollar condiciones de gobernabilidad del sistema político y la buena marcha de su ejercicio como dirigente político, frente a su propio partido, sus adversarios y sus gobernados, en la procura del bien común y de su éxito político.

Vamos a basar nuestra argumentación en la revisión de los textos Juegos de Poder y El Nuevo Príncipe de Dick Morris, sobre las posiciones que debe adoptar el líder político para mantenerse en el poder en aras de su mejor desempeño, asumiendo en algunos casos las posiciones de sus oponentes, y de confrontación o consenso en otros[2].

Finalmente presentaremos nuestras conclusiones sobre las respuestas encontradas en el autor al problema planteado.

II.- El Líder Político en Dick Morris

A continuación describiremos los supuestos teóricos que fundamentan nuestra argumentación. De entrada queremos puntualizar que nuestra intención no es hacer aquí un tratado ni estudio del autor que citaremos. Más por el contrario, sólo utilizaremos algunas de sus consideraciones teórico-prácticas para nuestra estructuración del discurso, de las características que nos interesan, a los fines metodológicos de responder al problema que nos planteamos.

En “Juegos de Poder” (2003:14), Morris logra establecer seis (6) estrategias básicas que pueden ser dominadas por cualquiera que vaya en la búsqueda del poder, este es el líder político, con la intención de comprender el modo en que funcionan en conjunto la gente, para su propio bien y para el bien común.

Tales estrategias son:
·         Mantenerse fiel a sus principios.
·         Triangulación.
·         Divida y reinará.
·         Reformar el propio partido.
·         Utilizar nueva tecnología; y
·         Movilizar la nación en épocas de crisis.

El autor trata de explicar, mas en movimientos pragmáticos que en sesudas argumentaciones teóricas, de cómo algunos líderes mundiales han triunfado o fracasado al utilizar estas estrategias en el mantenimiento del poder, el manejo de la oposición, sus partidos y su nación.

Aquí solo describiremos tales estrategias a los fines metodológicos, intentando caracterizar las propuestas del autor, sin mencionar los ejemplos que utiliza.


II.1.- “Mantenerse fiel a sus principios”

El apasionamiento por sus ideas de algunos líderes les lleva a entender el arte de la política como un posicionamiento en sus contenidos ideológicos, más que en los avatares cotidianos de la política, lo cual les hace esperar y detectar el momento oportuno para imponerlas y demostrar, en el devenir histórico, su razón.

Con esta idea Morris pretende demostrar que “la persona que elige plantarse indómita en sus instintos y allí permanecer espera que la historia, tras una serie de derrotas, la conduzca hacia la victoria final [ ] pero la historia puede ser un amante infiel” (2003:19 - 20), es decir, que hay líderes que triunfan y otros que fracasan manteniéndose fieles a sus principios ¿qué hace la diferencia entre unos y otros?

A esta pregunta el autor responde que “obviamente, la validez básica de la visión del líder es el factor importante. Aquellos cuya visión está fatalmente viciada por lo general están condenados a esperar en vano” (2003:20). Los que triunfan “han forjado con sus ideas un sistema más profundo e importante, en la mayoría de los casos  una visión de la elevada misión de su nación. Aquellos que no alcanzan el triunfo quedan con frecuencia atrincherados en el lenguaje de la ideología y no logran llevar a cabo la transición a la retorica del patriotismo” (2003:21), con un lenguaje cagado de optimismo, energía, entusiasmo y fervor patriótico, convocando a todos a unirse a la cruzada por el futuro de la nación, incluyendo a sus adversarios. “El regodeo al igual que el enojo no tienen cabida en esta estrategia” (2003:23).

De ahí la importancia de trascender su propia ideología, incluso reenfocarla y abrazar el credo del orgullo nacional con un persistente optimismo, vigor, decisión, ingenio e impulso que cautive a sus seguidores, esto es carácter y carisma;  y que sea integrador del interés nacional, manteniendo alta la moral de su pueblo, desarrollando la habilidad de comunicarse con la gente en un nivel emocional para su éxito político.

Para ello es necesario que el líder crezca, que en sus tiempos de reposo y de observador de la realidad nacional e internacional, la sirvan para ir ganando perspectivas, alcanzando una comprensión profunda de la necesidad de inspiración  de su pueblo, apelando a su grandeza pasada y futura de su nación.

“La deliberación es la tarea de muchos hombres. La acción, de uno solo”
Charles De Gaulle.

Ahora bien, el líder debe comprender lo feroz que puede resultar la confusión interior para alguien que intenta mantenerse firme en sus convicciones en el momento mismo que son ridiculizadas o puestas en dudas. Si un líder quiere mantenerse fiel a sus principios la campaña debe guiarse por esos mismos principios. Al sacrificar sus principios pierde su supremacía moral, por lo que, le invades los temores y preocupaciones eclipsando su capacidad de resolución y de acción. La parálisis resultante le puede costar su liderazgo, la permanencia en el poder o acceder a él.

“Los políticos son personas. Están sujetos a inseguridades, a veces confían demasiado en los expertos. Los expertos, por su parte, con demasiada frecuencia se aferran a los consejos seguros y se amoldan a las ideas convencionales” (2003: 127)


II.2.- “Triangulación”

Es la estrategia de “la incorporación de los temas centrales de la oposición”[3] al propio ejercicio gubernamental por parte del líder que detenta el poder político, con la finalidad de debilitar a sus oponentes y movilizar a su propio partido hacia el centro, manteniendo su base de apoyo.

Esta estrategia debe utilizarse en plena fase de desgaste o empate entre tendencias opuestas, como lo describe el autor: “hay momentos en que la mejor solución es clocarse por encima de la confrontación, incorporar las mejores propuestas de ambas partes y delinear un tercer camino para lidiar con los problemas. [ ] Cuando uno soluciona las cuestiones generalmente identificadas con un rival, elimina su razón  de ser fundamental y disminuye sus posibilidades de éxito futuro” (2003: 129 - 130).

“La triangulación es trabajar con empeño para solucionar los problemas que motivan a los votantes del otro bando, a fin de debilitarlos políticamente. [ ] La esencia de la triangulación  radica en utilizar las soluciones de su propio partido para resolver los problemas del otro bando. [ ] La triangulación implica el uso de las soluciones de ambos partidos para resolver cada problema nuevo. Implica la adopción de lo mejor de cada partido y la formulación de un tercer enfoque que descarte las soluciones fallidas y que incorpore las que funcionen.”  (2003:131).

II.1.1.- Principios de la Triangulación:
1.    Solucionar los problemas del otro bando.
2.    Utilizar soluciones de ambos partidos al hacerlo.
3.    Mantener la atención en los temas de la propia agenda

II.1.2.- Usos de la Triangulación:
1.    Como metodología: implica un movimiento hacia el centro y mantener la lealtad de sus seguidores partidarios tradicionales. Ello implica la inclusión, tolerancia y respeto por opiniones divergentes, incluso las religiosas., sin abandonar sus bases y posiciones tradicionales del partido de origen

2.    Como ideología: exige bajar el volumen de las propias ideas y escuchar las voces de la propia nación. Este debe ser un acto consciente de equilibrio de vital importancia a los fines de incluir una base filosóficamente distinta.

“Uno debe alternar el compromiso con lo tradicional, con la decisión de abrazar lo nuevo, aplicando primero lo uno y luego lo otro, para mantener su equilibrio sobre la cuerda floja.” (2003: 155), mientras intenta hacer valer su independencia y desarrollar un tercer camino para todos, exigiéndoles se adopten una línea de acción que combina oportunidad, responsabilidad y la creencia en la comunidad, por lo que el debate sale del seno partidista.

Mas, sin embargo, “cuando uno hace una jugada para buscar nuevos votos, debe tener cuidado de no perder el consenso de los partidarios tradicionales, como para mantenerlos dentro del redil” (2003: 208)




II.3.- “Divida y Reinará”

Esta máxima de la guerra aplicada desde la época romana, consiste en lograr dividir a los enemigos con la finalidad de conquistarlos. “El uso creativo del disenso es un arma curiosa para la persecución del poder” (2003:210).

La ruptura es el resultado de un golpe maestro estratégico, concebido, planeado e implementado, para ello hay que tener claro cuáles son los elementos discordantes y rivales que conforman el partido, para que trabajen juntos en la procura del éxito político. El partido minoritario debe debilitar al mayoritario para ganar, Cómo lo hace? Dividiéndolo, fracturando su unidad, en los grandes temas de su agenda pública tradicional. “Cuando uno se enfrenta a un adversario que adopta dos posturas a la vez, y trata de quedarse con el pan y con la torta, oblíguelo a a descubrirse con preguntas directas. [ ] No deje que se oculte detrás de la ambigüedad. Adopte usted mismo una postura clara y luego arrincónelo para que el también adopte una” (2003: 223). Para ello se necesita coraje y franqueza, con una postura audaz y honesta, de modo que la evasión de su contrario sea difícil de sostener.

Otra forma de lograr dividir al adversario es simularse manso y moderado frente a temas que dividen la opinión pública y al interior de los partidos, explotando la división y la exacerbación, endilgando a su oponente los remarques negativos de la opinión pública y luciendo una imagen de apego a los valores nacionales.

Dividir a sus enemigos implica, además, separarlos, dejando que las tendencias opositoras continúen su lucha fratricida, mientras que el líder se queda esperando en el centro, jugando, en algunos casos a la manipulación y el engaño para mantener tal lucha y utilizando la división como un medio de obtener poder, mezclando política de poder y oportunismo.

Las divisiones son un medio que el líder puede utilizar para fortalecerse y salir airoso, siempre y cuando el partido logre purificarse, tanto de los viejos esquemas, como de los radicalismos extremos, que alejan al partido de la preferencia del electorado.

“Un partido dividido puede recombinarse de maneras nuevas y fructíferas. La oposición política puede fragmentar cualquier coalición dada, pero un correcto liderazgo puede recuperar su lealtad reescribiendo los términos del debate” (2003: 259) sin perder tiempo tratando de atraer de nuevo a los desertores en relación de los temas de cada uno, sino logrando que se incorporen con la agenda que su liderazgo y carisma logra imponer.





II.4.- “Reforma tu propio partido”

Cuando un partido político enfrenta una serie de derrotas continuas en procesos electorales, debe reformarse y de esta manera fortalecer al líder reformador, para hacer de su triunfo algo prácticamente inevitable, con el apoyo de los medios de comunicación y captar a los votantes independientes que observan  y siguen los cambios y transformaciones (2003: 267).

El papel del liderazgo es detenerse a escuchar lo que dicen sus críticos, en vez de refutarlos, aprender  de ellos y decididamente reparar lo que no funciona dentro de su propio partido político, con un doble truco: “hay que derrotar al líder viejo y malo del propio partido, a la vez que se toma el bastón de mando, y luego asegurarse de que no lo acuchillen por la espalda mientras intenta conducir el partido hacia la victoria” electoral. La clave es canalizar el intento de reforma mediante el desplazamiento hacia el centro. (2003: 270)

El ímpetu político que logre acumular mientras reforma su propio partido lo catapultará a la victoria electoral. Para ello es necesario que logre convencer genuinamente a la mayoría del partido y sus organizaciones (frentes) sobre la necesidad de cambio. La clave es la persuasión personal. “l reformador debe sentarse, cara a cara, con cada uno de aquellos cuyas alas pretende cortar y explicarles por qué es necesario hacerlo y cómo podrán sobrevivir bajo el nuevo sistema. Nadie puede reformar una organización a larga distancia. Hace falta un liderazgo que tome parte activa y directa en el asunto”. (2003: 283). “Si puede derrotar a sus adversarios internos – ganar el partido interno – y mantener la lealtad de aquellos a quienes ha vencido, la gente recompensará sus esfuerzos” (2003: 294).

Aún más, “en la política partidaria los dragones en realidad no mueren. Resultan heridos, debilitados y se enfurecen. Luego vuelven. Cuando aparece el héroe para saludar triunfante  al electorado, debe cuidarse, al dar la espalda al dragón que acaba de vencer, de que este no sienta sed de revancha. Después de todo, en política las heridas más letales son infligidas por detrás” (2003: 316)


II.5.- “Utiliza nueva tecnología”

Las innovaciones tecnológicas abren nuevos medios de comunicación y ofrece oportunidades para convencer, persuadir y movilizar a la gente en una dirección u otra. El político que capta su potencial puede utilizar su poder para arrasar con lo que tenga por delante, para dominar o cambiar el proceso político. La clave es no solo utilizar el medio, sino entender el propio mensaje que le es inherente. (2003: 335).

Los líderes que se vuelven expertos comunicadores han logrado comprender las cualidades exclusivas de los medios y utilizar su poder para sus propios fines: La radio le proporciona intimidad con el oyente; La televisión la imagen pública; la prensa difunde sus opiniones políticas a un amplio público; la publicidad les posiciona ante el público con temas específicos; las encuestas le conectan con las demandas y expectativas de la gente; la internet acentúa el carácter interactivo de las comunicaciones y su uso en política apenas comienza.

La clave para utilizar las nuevas tecnologías, estriba en tomarse el tiempo necesario para captar  el potencial único que proporciona. Se requiere un político habilidoso que utilice las nuevas herramientas de manera efectiva. (2003: 341).

El reto de los políticos es utilizar las nuevas tecnologías para aumentar la participación del público en el proceso político e incrementar la cantidad de información que recibe, tal cual le están exigiendo. Ponerse a tono con el devenir de los tiempos. (2003: 387)


III.6.- “Movilizar la nación en época de crisis”

La historia contemporánea de los Estados Unidos e Inglaterra está llena de lecciones claras que, según el autor, se deben considerar en épocas de crisis cuando se trata de movilizar a una nación entera para enfrentarlas, tales lecciones son[4]:

·         Señalar el apartamiento de la norma señalando el inicio de una nueva era con desafíos y nuevas reglas.

·         Reconocer la magnitud de la tarea y la gravedad del sacrificio que requiere el momento, con dramatismo, corazón y convicción.

·         Cuidarse de las buenas noticias falsase inculcar la paciencia señalando el camino que queda por recorrer.

·         Granjearse la confianza del congreso (Parlamento, Asamblea, legislativo) a los fines que se halle bien informado y tenga total participación.

·         No mentir sobre cuestiones básicas. El público tolera la confidencialidad. Usar la verdad como arma movilizadora.

·         Suspender las prioridades internas durante la guerra.

·         No atacar los adversarios y evitar la retórica que pueda sembrar la discordia Llamar más bien a la unidad nacional convocando el sentimiento histórico de las epopeyas pasadas.

·         No engañarse a sí mismo creyendo que la tarea es simple o que la victoria llegará fácilmente.





III.- Gobernar en Dick Morris


En la presentación a la segunda parte, del texto El Nuevo Príncipe[5], denominada: Gobernar, el autor se pregunta sobre cuáles deberían ser los nuevos estilos del gobierno que pueden usar los líderes políticos de nuestra era, cuando en la sociedad estadounidense, las instituciones del Estado y la ciudadanía, tienen un peso específico en el gobierno, que en ocasiones ata de manos al propio presidente.

Situación esta que se manifiesta en la medida que el régimen democrático, pasa de un sistema parlamentario a uno de democracia directa, al estilo jeffersoniano[6]: que hasta para gobernar el presidente estadounidense necesita de apoyo popular.

No basta contar con el apoyo y la mayoría del partido en el parlamento, es necesario, también, el constante compromiso y el interés directo del ciudadano. Lo que Morris denomina “la necesidad de una mayoría cotidiana”. Esto es una “mayoría popular”. En suma “un presidente impopular carece de poder” y hasta puede quedar fuera del cargo (MORRIS, 2008. Pág. 87).

“Cada encuesta semanal es un voto de confianza que el presidente debe ganarse para gobernar” y retener el poder real (MORRIS, 2008. Pág. 88). Ello implica traducir, comprender las demandas ciudadanas y convertirlas en políticas públicas. “Quien no calcula como mantener su apoyo todos los días y sobre cada tema, casi inevitablemente caerá” (MORRIS, 2008. Pág. 89).

Para ello, es imprescindible que el líder político pueda mantenerse conectado con el sentir popular. “Los íconos del pasado confiaban en el instinto político[7]. Ahora, los presidentes pueden usar encuestas científicas y grupos de atención” (MORRIS, 2008. Pág. 90), que les proporcionan los datos de lo que está pensando la población sobre un tema en específico. Da igual el uso del instinto o las encuestas, los resultados son los mismos, siempre que se encuentre conectado con el signo de los tiempos.

De ahí que el reto del político sea, para mantener la mayoría popular, saber comunicar sus intenciones para conseguir el apoyo requerido para gobernar. A la inversa es lo mismo. Como leer los temas de la población y articularlos con su intenciones en el ejercicio del gobierno. Manteniendo los principios básicos de la tradición gubernamental, en orden al partido al que pertenece, en ambas situaciones.

En aras de mantener la mayoría popular, “la decisión más básica de un político moderno es si será agresivo o conciliador” (MORRIS, 2008. Pág. 93). En este sentido, “el estado de ánimo de los tiempos” y no el personalismo del político, es decir, su temperamento personal y su pasión,[8] es lo que debería ser decisivo para gobernar, adecuando su estilo al estado de ánimo de la época.


III.1.- ¿Cómo ejercer el liderazgo político?

“El liderazgo es una tensión dinámica entre dónde piensa un político que debe ir su país y dónde quieren ir sus votantes” (2008: 101). Ciertamente se trata del liderazgo político, y quien lo ejerce debe tender puente entre su visión y las iniciativas de la gente.
Mover la política para controlar los acontecimientos y mantener el apoyo público es el arte del liderazgo; en este sentido las encuestas y los estudios de opinión pública, resultan una herramienta eficaz para facilitar el liderazgo, a la hora de alcanzar objetivos claros y direccionados (2008: 102-103).

Ello requiere que el líder se tome el tiempo necesario para entender las preocupaciones de sus votantes y abordarlas sistemáticamente de manera que los satisfaga, sin perder de vista su propia visión.

Algunas otras estrategias son:

·        Usar una medida popular para contrarrestar una impopular. En el caso de estas debe cambiarlas para mantenerlas y justificarlas con argumentos específicos y populares.

·        Continuar diálogo entre políticas y encuestas para lograr las metas.

·        Privar de la toma de decisiones a la burocracia, que “per se” se opone a los cambios.

·        Controlar al propio partido, trascenderlo y buscar el centro, lejos de los extremistas e ideólogos del partido; y buscar a los partidos opositores.

·        Desafíe a los grupos de presión para ganar el apoyo de los votantes.

·        Recaude dinero por motivos virtuosos[9] y no por motivos venales.

·        Utilice los medios como puente entre las prioridades de la gente y sus propuestas.

·        Frente a un escándalo público, diga la verdad y centre la atención del público en otros temas más amplios de su agenda.

·        Cultive una personalidad segura, en lo espiritual y familiar; y centrada, frente a las exposiciones del poder: servidumbre, adulancia y críticas extremas.

·        Use la Psicología para controlar a su equipo y haga lo que usted quiera, dirigiéndoles a su misma dirección, con un modelo táctico de comunicación efectivo de críticas y alabanzas.
IV.- A modo de Conclusión

Morris, usa el método de Maquiavelo para elaborar sus obras, pasa de la observación y la praxis política a la sistematización y teorización de las características de los grandes líderes de su país y algunos otros, en la misma época y momento, de Europa y Asia, frente a un momento determinado. Todos en la procura del poder.

Parafraseando a Alfredo Maneiro[10], el paso del Morris pragmático al teórico, no es sino la continuación de una misma dedicación por otros medios de la asesoría política que ejerce. Como dato teórico permite descubrir, ilustrar y ejemplificar sus tácticas y estrategias empleadas durante su ejercicio profesional, a través de la revisión histórica del pensamiento y acción de los líderes políticos que ha observado y estudiado. Inclusive se atreve a decir, que “la política es la persecución del poder. La historia es el relato de esa persecución” (Morris, 2003: 13).

Por eso creemos que, al igual que Maquiavelo, Morris se inscribe dentro de la Filosofía de la Praxis, con cuya obra trata no sólo de interpretar a los líderes que estudia, sino que con su ejemplo, trata de transformar los nuevos liderazgos para que sean exitosos en su desempeño como profesionales de la política para conseguir el poder, asumiendo las lecciones de los liderazgos pasados, en sus éxitos y fracasos.

En este sentido, en este trabajo hemos intentado captar las características del liderazgo político y la forma de cómo gobernar en la obra de Dick Morris, desarrolladas en sus obras: Los Juegos del Poder y El Nuevo Príncipe, de manera que en algunos casos las presentamos como píldoras recetarias y en otras como descripciones de las estrategias que propone.

Al acometer esa tarea hemos constatado que aunque no hay una rigurosidad teórica en las obras, el autor muestra ejemplos que logra sistematizar en propuestas típicas de su tarea de asesor, que a la vuelta del pragmatismo, se sistematizan las experiencias y las caracteriza en estrategias y tácticas políticas de uso recomendado para líderes de empresas, organizaciones públicas y privadas, pero especialmente los que viven de y para la política.

Igualmente creemos que este líder político que caracteriza Morris se asemeja a las características que Max Weber[11], describe de la dominación carismática, con algunos añadidos de la tradicional y legal en cuanto a:

·         La dominación racional o legal con administración burocrática, es legitimizada por el derecho que le atribuye un pacto, puede estatuirse de una forma racional con arreglo a fines o a valores racionales. Entonces tenemos al soberano que ordena y obedece al orden estatuido.

·         La dominación tradicional se ejecuta y se legitima porque su sentido y la forma de relación tiene sus bases en las costumbres que son heredadas.

·         La dominación carismática tiene como presente al dominante que es virtuoso. La validez que se le da a ese carisma por el que se produce la dominación decae en el reconocimiento, el héroe, la relevancia de un jefe. Ese reconocimiento es distinto a la denominada legitimidad, el reconocimiento pasa por una cuestión netamente personal y de emotividad. El cuadro administrativo es elegido por cualidades de carisma, la comunicación que se da es de amor y camarería, la creación y las revelaciones le dan fuerza a esta dominación. También se distingue de la cotidianidad, es extraña a toda regla, lo que reconoce es el carisma de la persona que hace ejecutar una orden, y es este mismo carisma quien le da duración a la dominación.
La otra coincidencia de Morris con Weber, es que ambos liderazgos se desarrollan en sociedades liberales, capitalistas que han tenido una responsabilidad en la conducción de los destinos de la humanidad.

Si algunas de las caracterítisticas quisiéramos extrapolar para América Latina de las desarrolladas por Morris, es precisamente la de Triangulación, dado los procesos de polarización política que se vive por estos lares y donde las crisis de gobernabilidad ponen en riesgo la estabilidad de los regímenes democráticos, tanto de factores endógenos como exógenos.

Con ñla aplicación de esta estrategia, nuestros líderes pudieran garantizar espacios de diálogo y encuentros necesarios entre las tendencias polarizadas, por un lado y poner el interés nacional por encima de ideologías y posiciones sectareas. Todo ello sin tener que renunciar a sus propios principios y sin olvidar los planteamientos de sus partidos y de sus seguidores.

En definitiva sería un esfuerzo de encontrar salidas a la crisis de gobernabilidad con un gran liderazgo tan fuerte como el que lleva a las tendencias hacia sus extremos. Un liderazgo que construya una tercera opción basada en los principios y valores democráticos de la población.

En el caso venezolano, diversos estudios y sondeos de opinión[12] han demostrado que se mantiene la democracia, de manera decidida, como el régimen mayoritariamente aceptado por la sociedad en su conjunto. Ese es el norte y la visión de nuestro sistema político. A él debe aspirar el liderazgo político en los procesos  transformaciones y cambios que vivimos.

Es precisamente, esa valoración y reconocimiento de la población sobre el régimen democrático, que sostiene la estabilidad del mismo. Creemos que los momentos de consenso y de confrontación, se corresponden con la fenomenología típica de los procesos democráticos. Con la variante que el liderazgo venezolano  y latinoamericano deviene de procesos históricos del caudillismo y militarismo, que aún pululan en el ideario como salvadores de la institucionalidad, lo cual hace que el militarismo y la autocracia se haga presente como una sombra, sobre todo en los momentos de mayor pugnacidad por el poder.

Los análisis de Weber nos dicen que en el universo de valores existe una creación, esta creación la constituyen hombres, el sistema nos impone valores, pero nosotros somos los que los forjamos en un proceso social.

 Caracas, Septiembre de 2010
Doctorado en Ciencias Políticas
UCV

V. Bibliografía


MANEIRO, Alfredo. Maquiavelo. Política y Filosofía. Fundación Editorial el perro y la rana. Caracas, 2006.

MORRIS, Dick. Juegos de Poder. Ganar o perder: cómo juegan la partida los grandes líderes políticos de la historia. Editorial El Ateneo. Buenos Aires, 2003.

 MORRIS, Dick. El Nuevo Príncipe. Maquiavelo actualizado al Siglo XXI. Editorial El Ateneo. Buenos Aires, 2008.

WEBER, Max. Economía y sociedad. Editorial Fondo de Cultura Económica. México, 1997


[1] La gobernabilidad y la estabilidad política.
[2] Dick MORRIS, Los juegos de Poder, 2003, 434 págs;  y El Nuevo Príncipe, 2088, 341 págs. Editorial Ateneo.
[3] Morris: 2003, 15.
[4] 2003: 389-394
[5] MORRIS, 2008. Pág. 85
[6] Esto es un cambio de paradigma sobre la concepción de la democracia. “Es el paso de la democracia representativa (madisoniana) a la directa (jeffersoniana)[ ] Este cambio básico surge de una profusión de información, por un lado, y de una decidida desconfianza en las instituciones y políticos, por el otro” (Ídem, pág. 23). Situación ésta que se repite en toda la América Latina, con unos matices mas ideológicos (capitalismo Vs Socialismo) que generan cambios radicales en la relación del gobernante con la ciudadanía, en unos y otros países. Procurando la inclusión y mayores, y mejores, condiciones de vida en la población más pobre y vulnerable
[7] Negrillas nuestras.
[8] Diferenciamos personalismo de carisma. El carisma del político es la capacidad personal que tiene un político para identificarse con los gobernados. Es una herramienta de comunicación, mientras que el personalismo, contiene los rasgos de su personalidad que definen su comportamiento y relación con la población, 
[9] Los motivos virtuosos son por que la gente lo conoce personalmente; están de acuerdo con sus posiciones; quieren derrotar a su oponente; quieren hacer algo que satisfaga su ego; y/o respaldan a su partido. En cambio los venales son porque quieren influir en el candidato después de ser electo, por prebendas. (2008: 141)
[10] Maneiro, 2006: 40
[11] Ver Economía y Sociedad de Max Weber. Fondo de Cultura Económica, México.
[12] V. Barómetro Latinoamericano, 200; Centro Gumilla 2009, entre otros.

Valoración de la eficiencia y estabilidad de la Democracia en Venezuela



Presentar un estudio comparado entre tales estudios, es el interés de este trabajo, como un abre bocas a los estudios sobre la gobernabilidad y los mecanismos de los gobiernos para dirimir el conflicto y garantizar la sostenibilidad y estabilidad del régimen.

Haremos una revisión del estudio de El Barómetro de las Américas de la Vanderbilt University para Venezuela, como estudio principal y algunas consideraciones de investigaciones nacionales.

Ello hace necesario que hagamos previamente, un breve recorrido por los conceptos y teorías que manejaremos, así como por cada uno de los estudios, arriba mencionados.

Finalmente presentaremos nuestras conclusiones sobre las mediciones de la efectividad y gobernabilidad presentadas, intentando hacer algunas combinaciones y aportes para nuestra propia investigación en el tema de la gobernabilidad.

1.-  Sobre un epíteto de democracia:

Queremos destacar, una afirmación y un concepto de democracia utilizado por el Politólogo italiano Giovanni Sartori en su texto “La democracia en 30 lecciones”. La primera: “el empirista instintivamente tiende a preguntarse cómo funciona” (la democracia); y, el segundo: “la democracia es gobierno de opinión, una acción de gobierno fundada en la opinión”[1].

Esto concuerda con una afirmación del autor: “cuando se dice opinión pública a secas hay que entender que tiene como objeto la res pública[2], el interés colectivo, el bien público” (Sartori, 2009: 32)

Con ello, resaltamos la importancia, el valor y tratamiento a la opinión de la ciudadanía sobre la calidad y eficiencia de la democracia, que en definitiva, es el tema que nos atañe en este trabajo. Es esa opinión la que nos interesa conocer y analizar en los estudios que presentaremos más adelante, y sobre las cuales se podrá inferir la eficiencia y calidad de la democracia. Opinión muy importante para la gobernabilidad y que, en términos actuales se transforma en control social del ejercicio del gobierno y en definitiva del poder, por parte de las ciudadanas y los ciudadanos sujetos de los estudios de valoración.



El control social lo entendemos como una relación de poder bidireccional que determina e influye el comportamiento entre los ciudadanos, la sociedad y las instituciones del Estado. En este sentido podemos analizarlo como medio de supervisión y como instrumento de direccionalidad del comportamiento a través de la compulsión ejercida por la opinión pública, respecto del sujeto controlador[3]. “La presión del grupo persigue disminuir las desviaciones que se apartan de los cánones admitidos por la sociedad”[4] en su conjunto y ajustar los correctivos necesarios para encauzar los comportamientos de acuerdo a las normas, patrones, valores establecidos, expectativas generadas y promesas ofrecidas.

En este sentido, diría Dick Morris, que el líder necesita apoyo público, no sólo desde el punto de vista electoral, para ganar elecciones, también lo necesita para gobernar[5]. Las encuestas y los estudios de opinión le sirven al político para entrar en sintonía con el “ideario colectivo” de Durkheim, con lo que está pensando la gente.



La legitimidad democrática implica, según Lipset, la capacidad del sistema político para generar y mantener la convicción de que las instituciones políticas existentes son las más convenientes o apropiadas para la sociedad, vinculando estrechamente legitimidad y eficacia política, la cual se entiende como “la actuación concreta de un sistema político, en qué medida cumple las funciones básicas del gobierno, tal como las definen las expectativas de la mayoría de los miembros de una sociedad y las de los grupos poderosos que hay dentro de ella, que podrían constituir una amenaza para el sistema” [6]

He ahí la importancia de los estudios de valoración, para conocer las necesidades, demandas y expectativas de la ciudadanía, de los gobernados, frente al régimen democrático y su liderazgo, de manera que, a modo de control social, pudieran darse los correctivos para ir en la procura de mayor bienestar para la sociedad en su conjunto.

Dado el desarrollo y atención que se tiene a los estudios de opinión pública en la contemporaneidad, cobra importancia la noción sociológica de legitimidad, la cual no debe ser confundida con popularidad, aceptación,  conformidad o buena imagen que se tenga del gobernante y del régimen democrático en estudio. Tampoco puede reducirse, la legitimidad, a la legalidad de origen de las instituciones, así como tampoco a la popularidad que las políticas gubernamentales pudieran tener en un momento determinado. “Un sistema legítimo es aquel capaz de crear y reproducir la convicción  de que sus instituciones  son las más apropiadas para la sociedad” (Njaim, Óp. Cit: 10)

III. 1.- Los valores políticos del venezolano

Los valores políticos sustantivos de una sociedad forman parte de su propia visión, en una matriz de creencias, imágenes y valores que “además de orientar los comportamientos individuales y sociales, encarnan en las instituciones y prácticas políticas y definen cursos de acción a los gobiernos y a los gobernantes” (Villarroel, 2001: 167).

En la Venezuela contemporánea, ciertos valores han estado presente, y aún se mantienen en la cultura, y proveen orientaciones a la acción política ciudadana.

Según se desprende de la investigación de la Profesora Gladis Villarroel, arriba citada, la Democracia comienza a gestarse en el ideario colectivo del venezolano desde la Guerra de la Federación, en la segunda mitad del siglo XIX, cuyo saldo positivo es el arraigo de la igualdad como aspiración psicosocial, incluso desde la guerra de Independencia.

Más recientemente, el trienio adeco, que va desde 1945 hasta el 48, sentó las bases de la cultura política venezolana actual: El Estado como dispositivo de integración social y de modernización y el partido como instancia única de intermediación entre el Estado y la sociedad. Igualmente el voto, universal y secreto, adquiere relevancia fundamental al traspasar la soberanía al pueblo, de donde se desprenden valores como libertad, derechos y garantías individuales.

La ruptura con el 48 primero y la dictadura de Pérez Jiménez, una década después, significó la apelación a la vocación democrática y lo bolivariano como características que renacen en esa época.

Con la llegada del proceso democrático, otros valores se fueron arraigando en la cultura política venezolana, entre los que destaca, el valor utilitario de la conciliación y el consenso entre los actores para la garantía del sistema democrático y el populismo rentista como expresión de la justicia social aspirada por la sociedad, con ello llegó la demagogia, el clientelismo político y burocrático, el paternalismo de Estado (políticas distributivas y proteccionistas) y la generalización de la corrupción en todos los niveles.

La renta petrolera degeneró, en el ideario colectivo, la creencia de que Venezuela es un país rico y por tanto los venezolanos también lo somos, por lo que es menester del Estado repartir tal riqueza. La pobreza y marginalidad es producto de la corrupción y poco importa el esfuerzo de producir para recibir bienes y servicios, con lo que se dio cabida a la “viveza criolla” y a la necesidad pronta de enriquecimiento, dando origen a la economía de la especulación.

Todo ello fue creando crisis de gobernabilidad que estallaron a finales de los 80’ y más en los 90’ con la aparición de las protestas sociales; el desprestigio de las élites y de los partidos; los golpes militares y la violencia generalizada.

En estos tiempos de transformación y cambio, ha surgido el valor de la participación y organización ciudadanas, y la transferencia del poder para el pueblo desde los ámbitos del Estado. Si esto es cierto, parafraseando a Villarroel, si estamos efectivamente en una coyuntura que demanda nuevas orientaciones y nuevos comportamientos, cabe preguntarse  cuáles son en la Venezuela de hoy, los principios que orientan la gobernabilidad  y el consenso de la comunidad y cuáles son los valores que organizan el régimen democrático y en relación con la orientación económica e ideológica de la sociedad.
 
III.2.- El Barómetro Latinoamericano

El Barómetro de las Américas es un esfuerzo realizado por el Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP, por sus siglas en inglés) de la Universidad Vanderbilt de los Estados Unidos de Norteamérica, para medir los valores y comportamientos democráticos en el continente, utilizando muestras nacionales probabilísticas de adultos en edad de votar y denotando qué valores son los que más probablemente promueven una democracia estable, y eficaz a nuestro juicio.

El Estudio permite examinar, para cada país y entre naciones, temas como legitimidad y tolerancia políticas, apoyo a una democracia estable, participación de la sociedad civil y capital social, el estado de derecho, evaluación de los gobiernos locales y participación en ellos, victimización por el crimen, victimización por la corrupción y comportamiento electoral. El estudio de cada país contiene, además, un análisis de esas importantes áreas relacionadas con los valores y comportamientos democráticos.

Usó un diseño común a todos los países para la construcción de una muestra probabilística (con cuotas a nivel del hogar) multietápica y estratificada de un tamaño aproximado de 1.500 individuos.

El informe “Cultura política, gobernabilidad y democracia en Venezuela, 2008” ha sido escrito durante los meses de junio y julio de 2008, y consta de siete capítulos. En los primeros cinco capítulos se incluyen las secciones teóricas proporcionadas por LAPOP Central y se realiza el análisis de datos a nivel comparado y nacional, de acuerdo a las indicaciones también proporcionadas por LAPOP Central. Los dos capítulos finales han sido desarrollados exclusivamente para el informe nacional.

Este informe analiza los valores políticos de los venezolanos en sí mismos y en perspectiva comparada, a la luz de la evidencia de la ronda 2008 del Barómetro de las Américas. El marco analítico del estudio se basa en cuatro dimensiones principales que hacen a una democracia estable: i) la creencia ciudadana en que la democracia es el mejor sistema de gobierno, ii) la creencia en los valores esenciales en los que descansan las democracias de acuerdo a Robert Dahl[1], iii) la creencia en la legitimidad de las instituciones políticas, y iv) la confianza en los demás ciudadanos.

El apoyo a la idea de “democracia churchilleana”[2] es relativamente alto en el país: 83,8 puntos en la escala de 0 a 100, lo que confiere al Venezuela el cuarto lugar detrás de Canadá, Argentina y Uruguay. Venezuela ocupa el décimo lugar en el apoyo al derecho de participación, con 70 puntos en la escala de 0 a 100, y el noveno lugar en tolerancia política (54,6 puntos en 100). En cuanto a la confianza interpersonal, Venezuela ocupa la octava posición en el conjunto de países del continente, con 60,5 puntos en la escala de 0 a 100.

El 21,4% de los ciudadanos de Venezuela ha sido víctima del crimen en los últimos doce meses. Este es uno de los valores más altos de la región, aunque el valor de victimización más alto corresponde a Argentina (27,5%); el valor más bajo de victimización por crimen corresponde a Jamaica (8,3%). De modo análogo, la percepción de inseguridad está relativamente extendida en el país. En una escala de inseguridad de cero a 100, Venezuela alcanza 46,7 puntos. Es el quinto país de la región con mayor percepción de inseguridad, detrás de Argentina, Perú, Chile y Bolivia. En Venezuela, los ciudadanos más pobres son los más propensos a ser víctimas del crimen. Esto se explica, en parte, porque aquellos con más recursos económicos cuentan con más medios para defenderse del crimen, y en consecuencia son menos vulnerables a este. Por otra parte, los ciudadanos con más educación son más propensos a ser víctimas del crimen, aunque estos resultados pueden estar influenciados por el hecho de que los más educados son más sensibles al tema y pueden estar más dispuestos a reportar hechos de delincuencia. Las percepciones de inseguridad tienen un impacto más marcado que la victimización en sí. De este modo, cuanto más inseguros se sienten los venezolanos, menos legitimidad confieren a sus instituciones políticas y menos confianza reportan en sus pares.

Es precisamente en torno a la corrupción y su impacto en el apoyo a una democracia estable que se desarrolla el informe Cultura política, gobernabilidad y democracia en Venezuela, 2008.


De acuerdo a sus actitudes en los dos frentes analizados, el 26% de los venezolanos quedan comprendidos en el escenario más favorable a una democracia estable. El resto de los escenarios cuentan casi con tanto apoyo como el de democracia estable. En este sentido, ha habido un retroceso desde la medición de 2007. Ese año, el apoyo a la democracia estable recibía el 42,5% del total, y el escenario de democracia en riesgo el 12,1%. En 2008, el escenario de democracia estable se ha visto reducido a 26%, en cambio el de democracia en riesgo ha crecido a 22,6%. El análisis de las condiciones que impactan sobre el escenario más favorable a la democracia estable sugiere que la victimización por corrupción reduce las probabilidades de que este ocurra Venezuela es el tercer país del continente en cuanto a qué tan democrático es percibido por sus ciudadanos, detrás de Costa Rica y Uruguay. Obtiene un puntaje de 73 en una escala de cero a 100. De modo similar, la satisfacción con la democracia alcanza niveles elevados para las Américas: 58,8 en una escala de cero a 100. La abrumadora mayoría de los venezolanos (95,6%) prefiere la democracia ante otros sistemas de gobierno, y sólo el 3,6% preferiría un líder fuerte que no tenga que ser elegido a la democracia electoral.

Más de la mitad de los encuestados no estaría dispuesto a aceptar un golpe militar en ninguna circunstancia. El 16,5% de los encuestados justificaría un golpe militar frente al desempleo muy alto, el 24,5% lo justificaría frente a muchas protestas sociales, el 38,3% lo haría frente a mucha delincuencia, casi un cuarto de los entrevistados justificaría un golpe militar frente a la alta inflación, y finalmente, 36,1% justificaría un golpe de estado por parte de los militares frente a mucha corrupción. Un 10% justificaría un golpe militar en cada una de las cinco circunstancias presentadas.

Los venezolanos confiamos en el gobierno nacional con un 48% y la participación política a nivel local ha venido en aumento  desde el 2007 con un 13,3 a un 14,6 en el 2008. Esto es en reuniones del gobierno a nivel local.

Finalmente, el estudio demostró una clara relación positiva entre las evaluaciones del desempeño económico del gobierno y la legitimidad conferida a las instituciones  políticas del régimen. Aquellos ciudadanos que más satisfechos están con la labor del gobierno en materia de combate a la pobreza y al desempleo (las dos dimensiones que conforman el índice de desempeño económico) confían mucho más en las instituciones políticas de Venezuela que sus pares menos satisfechos.

 De modo similar, la confianza en los  individuos que conforman la comunidad es significativamente mayor entre los que evalúan más positivamente la labor económica del gobierno que entre aquellos que lo hacen más negativamente.

IV. A modo de Conclusión

Para un régimen democrático, estar en transformación es su condición natural. La democracia es dinámica. Por eso es elemental para los regímenes democráticos pasar de las promesas, de los postulados de la democracia, a la adaptación natural de sus principios abstractos a la realidad. (Bobbio, 2001:15-16).

Estudiar los valores y las valoraciones al régimen democrático, son las herramientas que nos permiten ver, dirimir el devenir de la historia, de los hombres y mujeres de cómo hemos ido construyendo el camino democrático teniendo en cuenta nuestras creencias, aspiraciones e inquietudes sobre la democracia misma.

Analizando los contenidos de los estudios presentados podemos contactar la diversidad y transformación de los valores y las valoraciones que sobre el régimen democrático venezolano se ha ido construyendo en el devenir histórico de nuestra contemporaneidad democrática.

Si bien el estudio del Barómetro Latinoamericano ha reafirmado que para la inmensa mayoría de los venezolanos, la democracia es el régimen de mayor preferencia, también demuestra cómo han venido cambiando las valoraciones utilitarias de la misma.

En el estudio de Villarroel pudimos encontrar que el consenso venía siendo el valor para dirimir las controversias. En la cultura del consenso, se produce, dada la situación polarizada política e ideológicamente, no ya el rechazo al conflicto sino, la asunción de la confrontación política como nuevo escenario para dirimir las diferencias sociales y políticas, inaugurando un nuevo estadio en el Sistema Político Venezolano, pasando de decisiones tomadas por unanimidad durante el consenso,  a la mayoría durante la confrontación.

De igual manera podemos contrastar que de la partidización de principios del régimen democrático, se creó, un ambiente político general hostil a los partidos y a los políticos profesionales, en el que se realzaba el papel de las personalidades sin partido, de los grandes grupos de presión: empresarios, sindicatos, la Iglesia, los “mass media”, ONG’s y de los militares; creyendo que tales actores podían sustituir con ventaja a los desprestigiados partidos y políticos profesionales. Pero el tipo de democracia que cabe esperar, cuando esta clase de actores sustituyen a los partidos y a los políticos profesionales, es la que el país pudo apreciar con el gobierno provisional instaurado el 12 de abril”[3], que encontró en la población civil una contención que pugnó por la restitución del régimen constitucional.

En todo ello soplan vientos de civilidad y ciudadanía, que más por la tenacidad y pugnacidad que por la institucionalidad, logran garantizar derechos constituidos en la norma suprema y el marco legal, para adecentar el proceso democrático; por lo que la participación popular, es un nuevo valor que se suma al régimen democrático, variando además la concepción de soberanía, la cual ya no sólo se expresa a través del voto sino también en la toma de decisiones y control de la gestión pública.

Es precisamente, esa valoración y reconocimiento de la población sobre el régimen democrático, que sostiene la estabilidad del mismo. Creemos que los momentos de consenso y de confrontación, se corresponden con la fenomenología típica de los procesos democráticos. Con la variante que el liderazgo venezolano deviene de procesos históricos del caudillismo y militarismo, que aún pululan en el ideario como salvadores de la institucionalidad, lo cual hace que el militarismo y la autocracia se haga presente como una sombra, sobre todo en los momentos de mayor pugnacidad por el poder, en el seno del Sistema Político Venezolano, tal como lo demuestra el estudio del Barómetro Latinoamericano.


Otro valor que se suma es el de la confianza inter pares de los venezolanos, como bien lo establece el barómetro: cuanto más inseguros se sienten los venezolanos, menos legitimidad confieren a sus instituciones políticas y menos confianza reportan en sus pares. Ello deviene de los procesos de inseguridad y violencia que se han incrementado en la sociedad venezolana.
El nivel de la confianza interpersonal en Venezuela es muy bajo, lo cual podría explicar por que un a sociedad de creencias democráticas tiende a favorecer un gobierno de “mano dura”. De igual manera la desconfianza también se expresa hacia las instituciones públicas y privadas, sin embargo ello no ha afectado el decidido apoyo popular al sistema democrático. (Carrasquero: 2003, 99, 113)
 
Finalmente hemos dado cuenta, que en la medida que las sociedades, los pueblos, viven sus procesos dinámicos de desarrollo, en esa medida se realizan transformaciones en los valores y creencias de las mismas. En el caso venezolano se mantiene la democracia, de manera decidida, como el régimen mayoritariamente aceptado por la sociedad en su conjunto. Ese es el norte y la visión de nuestro sistema político. A él debemos aspirar en las transformaciones y cambios que vivimos.

En estudios previos de LAPOP y el Barómetro de las Américas se ha consignado la importancia de la tolerancia política y el apoyo al sistema como condiciones para el desarrollo de una democracia estable. En Venezuela, las actitudes ciudadanas más favorables a este escenario han disminuido desde la medición en 2007. En cambio, las actitudes favorables al escenario de democracia en riesgo han crecido. En este sentido, será necesario monitorear atentamente la evolución de los valores ciudadanos, a fin de determinar el desafío que este creciente escenario de democracia en riesgo representa en el marco de la situación política actual del país.

Estudiar tales procesos de valoración es el reto permanente, no solo de la ciencia política, sino de los sondeos de opinión[4] en medir las manifestaciones de las percepciones de la población en determinados momentos de su devenir histórico.

V. Bibliografía

CARRASQUERO, José V. y otros. Cultura política, capital social y calidad de la democracia en Venezuela: Un análisis comparado. Revista Politeia, Nº 30. Instituto de Estudios políticos, Universidad Central de Venezuela. Caracas, 2003, Págs. 95 -117.

JANSEN R., Víctor Genaro. Control social y medios alternos para solución de conflictos. Universidad de Carabobo. 2da. Edición. Valencia, 2008. 190 págs.

MORRIS, Dick. El nuevo príncipe. Maquiavelo actualizado para el Siglo XXI. Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 2008. 341 págs.

NJAIM, Humberto y otros. Opinión política y democracia en Venezuela. Universidad Central de Venezuela. Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Caracas, 1998. 153 págs.

Rey, Juan Carlos. Consideraciones políticas sobre un insólito golpe de Estado. Julio 2002.  En http://www.analitica.com/bitblio/juan_carlos_rey/insolito_golpe.asp

SARTORI, Giovanni. La Democracia en 30 lecciones. Editorial Taurus. Bogotá, 2009. 150 Págs.

VILLARROEL, Gladis. Las representaciones políticas del venezolano. Un estudio sobre culturas políticas. Universidad Central de Venezuela. Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico (CDCH). Caracas, 2001. 390 págs.

[1] Dahl, Robert A. Polyarchy: Participation and Opposition. New Haven, CT: Yale University Press, 1971. Citado en el Informe de Barómetro Latinoamericano
[2] El término  Democracia Churchilliana viene del famoso discurso que Wiston Churchill pronunció en la Cámara de los Comunes en  1947: “Muchas formas de gobierno han sido probadas y se probarán en este mundo de pecado e infortunio. Nadie pretende que la democracia sea perfecta u omnisciente. En verdad, se ha dicho que la democracia es la peor forma de gobierno, excepto por todas las demás  formas que han sido probadas de vez en cuando.”
[3] Rey, 2002:5
[4] Los sondeos de opinión han venido cobrando importancia en los analistas e investigadores venezolanos, no solo para campañas políticas, sino también para la formulación de políticas públicas. Tal cual y como lo señalan José Vicente Carrasqueño y otros.


[1] Giovanni Sartori, 2008: 26 y 33 respectivamente.
[2] El resaltado es  nuestro
[3] Ramón Soriano. Op. cit por Víctor Jansen, en Control social y medios alternos para solución de conflictos, 2008: 69-70
[4] Jansen, 2008: 71.
[5] Morris, Dick, El Nuevo Príncipe, 2008:87
[6] Citado por Humberto Njaim, en opinión política y democracia en Venezuela. 1998: 7